Trabajo en equipo de primer nivel
Cuando hablamos de trabajar en equipo, todo el mundo saca su experto interior con la fórmula secreta. Y solemos encontrar teorías distintas, pero basadas en habilidades y procesos como la comunicación, la organización, la sinergia y un montón de habilidades blandas que cuanto más novedosas y difíciles de pronunciar suenen, más a gusto las compramos.
La mayoría de estas aproximaciones, pero, se basan en características de un equipo que podríamos considerar de un segundo nivel.
En el primer nivel
Están las que tiene que tener un equipo sí o sí. Aquellas sin las cuales no se puede considerar un equipo. En el segundo nivel, todas aquellas que hacen que un equipo sea y funcione mejor. Pero no tiene sentido trabajar en el segundo nivel, si no tenemos el primero superado.
Aquí nos encontramos estas tres claves:
- Más de una persona (bien, ¡hasta aquí fácil!)
- Un objetivo común (ésta, si la quieres hacer bien, tiene miga)
- Corresponsabilidad con el objetivo común (en ésta solemos tropezar)
Cuando falta la última, estamos frente de un grupo, no un equipo. Y no es algo negativo, pues hay grupos que funcionan de una forma excepcional (como una cadena de montaje), y muchas veces, además, así tiene que ser (como un grupo de música).
Cuando no hay un objetivo común claro, es imposible trabajar en grupo a largo plazo. Cuando dos departamentos tienen objetivos contrapuestos, o distintas personas ignoran el objetivo global del departamento o de la empresa, nos podemos encontrar con una situación de equipo en falso. Y es cuando tenemos muchas habilidades y hábitos sanos en cuanto al segundo nivel, pero se basan en algo que no es estable, y cuando nos planteemos los “para qué” emergerán las diferencias.
Lo mismo pasa con la corresponsabilidad, o el compromiso que adoptamos sobre ese objetivo. No se puede comparar el compromiso puro que tiene una pareja para criar a sus hijos (idealmente), en la que si le falta algo al bebé, o hay que correr por una emergencia, a nadie se le ocurrirá rendir cuentas, o preguntarse a quién le toca. Con el compromiso que tiene un equipo cualquiera en el trabajo. La prueba del algodón está cuando alguna pieza del equipo falla o falta, cómo el resto es capaz de asumir el objetivo sin importar nada más que el objetivo. Buenos ejemplos podrían ser cuando un integrante falta por permiso/baja de paternidad/maternidad, o cuando en un partido de fútbol (o cualquier otro deporte) se encuentra con que expulsan a la portera.
Todos tenemos roles, funciones y especialidades en un equipo. Pero esto está en un segundo nivel. Cuánto más bien trabajados y definidos estén mejor. Pero cuando falta la portera, en un equipo no hay dudas ni malas caras para ponerse los guantes y “bajo palos”*.
*El concepto “bajo palos” nos ha gustado. No se trata de ponerse solo bajo el foco, donde se necesita. También suele ser donde te caen más palos (y ya no estamos hablando de fútbol).
Muy seriamente,
elmeetingpoint