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Trabajo en equipo de primer nivel

Cuando hablamos de trabajo en equipo, todo el mundo saca su experto interior y parece tener la fórmula secreta.
De repente aparecen teorías, modelos, círculos, pirámides y un sinfín de habilidades blandas: comunicación, organización, sinergia... y otras que, cuanto más difíciles de pronunciar suenan, más nos convencen. 

El problema es que la mayoría de estas aproximaciones se centran en lo que podríamos llamar el “segundo nivel” del equipo: cómo mejorar, cómo comunicarse mejor, cómo colaborar más…
Y todo eso está genial, pero solo funciona si el primer nivel —la base del equipo— ya está bien construida.

En todo equipo existen dos niveles.

  • Primer nivel: los fundamentos que hacen que algo sea realmente un equipo.
  • Segundo nivel: habilidades, dinámicas y hábitos que hacen que ese equipo funcione mejor.

No tiene sentido trabajar el segundo nivel si el primero no está superado.

Nivel 1: Las tres claves esenciales

  1. Más de una persona (bien, hasta aquí fácil 😅).
  2. Un objetivo común (tiene más miga de lo que parece).
  3. Corresponsabilidad con ese objetivo común (aquí solemos tropezar).

Si falta la tercera, tenemos un grupo, no un equipo. Y no es malo per se: una cadena de montaje o una banda de música pueden funcionar de forma excelente sin corresponsabilidad total.

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Sin objetivo común, no hay dirección

Sin un objetivo compartido y claro es imposible sostener el trabajo en equipo a largo plazo. Cuando dos departamentos persiguen metas enfrentadas, o se desconoce el propósito global de la empresa, aparece el “equipo en falso”: todo parece ir bien hasta que preguntamos “¿para qué hacemos esto?” y emergen las diferencias.

Corresponsabilidad: el compromiso real

La corresponsabilidad convierte el objetivo en algo de todos. No es solo cumplir con lo que “me toca”, sino cuidar el resultado global.

La prueba llega cuando una pieza falla o falta: ¿se paraliza el objetivo o alguien se pone los guantes y sigue adelante?

“Bajo palos”: donde se ve la esencia del equipo

Roles y funciones claras ayudan, pero están en el segundo nivel. Cuando falta la portera, en un equipo verdadero no hay dudas ni malas caras: alguien se pone bajo palos y el partido continúa.

Nos gusta la idea de “bajo palos”: no es solo ponerse donde hace falta —bajo el foco—, también donde caen los palos. Ahí se ve si hay equipo… o solo grupo.

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El trabajo en equipo no empieza con dinámicas ni actividades: empieza cuando todos comparten un objetivo común y se responsabilizan de él. Solo entonces tiene sentido hablar de comunicación, liderazgo, creatividad o confianza.

Un equipo sin base puede parecer funcional… pero solo uno con corresponsabilidad es imparable. 🚀

Muy seriamente, 

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